Durante días recibimos avisos de una galguita blanca que deambulaba por la carretera, asustada, imposible de coger… Hasta que un día la encontramos atropellada, rota y en silencio. Así llegó Anita a nuestras vidas: con una fractura grave, piometra y el cuerpo pidiendo auxilio.

Su recuperación ha sido un camino largo y duro: varias cirugías, hospitalización, y además, leishmania sin tratar, que había debilitado aún más su salud. Pero Anita ha demostrado ser una luchadora silenciosa. Hoy, su leishmania ya está controlada y se recupera poco a poco… aunque aún le queda camino, ella no se rinde.

Con sus 7 añitos, Anita es una perrita tranquila y muy dulce. Mira con unos ojos que lo dicen todo: que ha sufrido, pero aún confía. Que ha sido invisible, pero aún sueña con un hogar.

Anita merece conocer la calma de una casa, la seguridad de una rutina, el calor de una familia. Después de tanto dolor, solo quiere vivir lo que nunca ha tenido: amor sin miedo.