A Valentín lo llamamos así porque fue rescatado el 14 de febrero, Día del Amor. Pero él no conocía el amor. Había pasado semanas encerrado, olvidado en una cochera, entre basura y oscuridad, después de que su dueño lo abandonara sin mirar atrás.

Cuando llegó al refugio, el miedo se le salía por los ojos. Estaba sucio, flaco, temblando… roto por dentro. Pero algo en él nunca se rindió. Poco a poco, empezó a confiar. A acercarse. A dejarse acariciar. Hoy, Valentín empieza a florecer: es un perro de agua joven, dulce, noble y con un corazón enorme.

Sabemos que aún guarda heridas, pero también sabemos que con una familia paciente y amorosa, Valentín será el compañero más fiel y agradecido que puedas imaginar.

Él ya conoció el abandono. Ahora solo le falta conocer el amor verdadero.

Adopta a Valentín. Haz que el próximo 14 de febrero lo celebre contigo, en casa.