Esta gran camada llegó a nuestras manos el día de Nochebuena, un día que debe ser de amor y paz, pero para ellos fue todo lo contrario. Una persona sin corazón los dejó a la puerta del refugio con apenas unos días de vida, y la única esperanza que tenían los pobrecitos es que nosotros los alimentásemos y diéramos calor hasta que pudieran valerse por sí mismos y pudieran encontrar familia.

Tras el enorme esfuerzo de las casas de acogida, quienes pasaban la noche en vela alimentándoles cada 3 horas; todos ellos lograron sobrevivir.

Al comienzo de su vida lo único que conocen es el abandono y la falta de amor de su madre perruna. Ahora ya son aptos para ser adoptados y estamos buscando familias que quieran tener durante muchos años a alguno de ellos, verles crecer, o que en el caso de tener niños en casa, quieran ver cómo sus hijos y su mascota crecen juntos y se vuelven mejores amigos, inseparables el uno con el otro; ¿No sería precioso?