Así encontramos a ROCKY: enroscado en el suelo, sin moverse, con la mirada perdida y el cuerpo temblando. No llega al año… y ya ha conocido lo cruel que puede ser el ser humano.

Pero incluso con el miedo en sus ojitos, Rocky no ha perdido su bondad. Es un perrito dulce, noble y bueno, que solo necesita una cosa: que alguien le enseñe que también existen las caricias, las palabras suaves y el calor de un hogar.

Tiene toda una vida por delante, y merece vivirla rodeado de amor, de juegos, de abrazos y de personas que jamás le hagan daño. Porque Rocky no quiere compasión… quiere una oportunidad.

Si tú también crees en las segundas oportunidades, abre tu corazón y adopta a Rocky. Prometemos que, cuando confíe, te devolverá el doble de amor del que puedas imaginar.